imagen cabecera

imagen cabecera

lunes, 1 de junio de 2015

CUENTO DE ESTRELLAS


Hace unos años , se casó una de mis mejores amigas, la boda era civil, por lo que nos pidió a su mejor amiga y a mi que le escribiéramos y le leyéramos algo en la ceremonia. Al principio no sabía que hacer, porque no me apetecía eso de hacer un “Speach” típico o empezar a hablar de anécdotas suyas y mías que al fin y al cabo el resto no conocían, con lo cual no podían verse implicados en el relato ni identificados. Me costó bastante porque además contaba sólo con dos días para hacerlo y me pareció una responsabilidad tremenda. Después de darle vueltas, decidí escribirle el cuento que ahora mismo os voy a relatar aquí…no será literal, pero sí bastante exacto al que le escribí en aquella ocasión. No se porqué pero hoy, mientras le daba vueltas al tema de hoy para el artículo (ya os he comentado que voy sobre la marcha, me surge la idea o me la da alguien y a partir de ahí empiezo lo acabo y lo subo después de buscar la foto, que para mi es tan importante como el artículo en sí), y sorprendentemente me ha venido esto a la cabeza…así que como soy una mujer bastante intuitiva, me dejo llevar por mi instinto ….de manera que ahí va…..en aquel entonces fue para ella, y hoy para todos vosotros……espero que os guste.

Hace muchos, muchos siglos, había una abadía en mitad de la nada, como suele ocurrir con las abadías y los conventos. En ella habitaban diez monjes y un abad. Los monjes eran ya mayorcitos, llevaban una vida absoluta de recogimiento y oración, interrumpida sólo por las labores del campo. Todos los días de la semana, madrugaban, oraban y se iban al campo a trabajar duramente hasta que el sol se ponía. Entonces regresaban cansados a la abadía para asearse, rezar , cenar frugalmente y acostarse en sus camastros dentro de sus diminutas y espartanas celdas.

Había en concreto uno de los monjes que siempre hacía un sacrificio muy especial….cuando volvía del campo de arar duramente la tierra, pasaba por delante de la fuente del jardín del convento. Ahí las aguas cristalinas y frescas le tentaban con su sonido, y el, muerto de sed y agotado por el duro trabajo y el sol todos los días renunciaba a beber, ofreciéndole el sacrificio a la Virgen. Por la noche cuando se acostaba, abría el ventanuco de su celda y al mirar hacia el cielo, la virgen había colocado ahí una estrella para el, en recompensa a su sacrificio. Era el momento más feliz del monje.

Un día, apareció el abad con un chico joven. Iba a ingresar en la orden y necesitaba un tutor durante el tiempo de adaptación a la vida de recogimiento. El abad decidió que nuestro monje fuera el encargado de tutelar al chico y de enseñarle, no sólo las costumbres de la orden, sino dirigirle en su nuevo camino. El monje al principio refunfuñó….era un hombre de costumbres y tener que alterar su vida tranquila y además tener que relacionarse con un muchacho no le apetecía realmente nada….Pero como todos sabemos, tanto los religiosos como las religiosas tienen voto de obediencia, con lo cual tuvo que aceptarlo no sin expresar su descontento y su propuesta de otros religiosos que podían hacerlo igual o mejor que el. El abad fue inflexible, nuestro monje debía tutelarlo y ayudarle, así que a regañadientes y protestando por “lo bajini”, el monje acepto la tarea y se preparó para un cambio en su vida que no le apetecía en absoluto.

Por la mañana temprano, el chico le esperaba impaciente…tenía ganas de hablar con el , preguntarle mil cosas y parecía simpático. Pero nuestro monje seguía sin estar convencido de la tarea encomendada, era una obligación algo que el no deseaba, el era feliz con sus soledad y su vida metódica. Pasaron tooooooodo el día en el campo, arando, recolectando, plantando….era un día de esos de un calor infernal, y el chico se portó tratando de imitarle y hacer las cosas lo mejor posible para impresionar a nuestro monje.

Al final del día, caminaron cansados hacia la abadía, y llegaron a la fuente. El sonido del agua cayendo era una tentación demasiado fuerte para un día de calor abrasador y duro trabajo. El chico se acercó sonriendo a la fuente y le dijo “después de usted maestro”. El monje le miró aterrado y sin explicarle el porqué le dijo que el nunca bebía, que esperaba a la hora de la cena con el resto de hermanos, pero que el muchacho podía hacerlo si así lo deseaba con toda tranquilidad. El chico le miró y le dijo “ no puedo beber si vos no lo hacéis” y le puso tal cara de desesperación y de cansancio que el abad no pudo sino sentir piedad por el chico que parecía que no iba a aguantar más de la sed. El chico insistió e insistió y finalmente el monje cedió….bebió por primera vez de esa fuente y el chico detrás de el.

En la hora del rezo, pedía perdón a la virgen por haber flaqueado…se sentía el peor de los hombres…apenas probó bocado en la cena, estaba taciturno y triste….20 años haciendo lo mismo sin fallar un solo día y hoy había fallado a su promesa. Al llegar la hora de dormir, se fue a su celda con la cabeza gacha…no quería abrir el ventanuco, para qué?, para ver cómo su estrella no estaba??? No había hecho lo de siempre, la virgen no le regalaría su estrella...sin embargo la curiosidad le pudo…y con los ojos entrecerrados fue abriendo el ventanuco….de pronto dos lágrimas cayeron por sus mejillas….no podía creerlo.

Al abrirlo miró al cielo y vio que efectivamente no había una estrella…..esa noche….en el cielo había DOS.

Os deseo a todos que cuando miréis por la ventana…..veáis un montón de estrellas........

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario