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martes, 14 de abril de 2015

ORGULLO Y PREJUICIO




 Además de ser el título de la que sea probablemente la novela más conocida de la grandísima Jane Austen, son dos sustantivos que han dado al traste a lo largo de nuestra vida con alguna relación amorosa, familiar o de amistad.

El orgullo hace que muchas veces, no demos nuestro brazo a torcer por una ofensa que consideramos imperdonable. Y qué es lo que hace que la ofensa sea de esa categoría, lo que implica una diferencia insalvable? Pues nuestra propia inseguridad. Así lo veo yo, cuando alguien te hace daño, en realidad no te lo está haciendo el o ella. Nadie te puede hacer daño si tu no le dejas hacértelo, nadie te hace nunca nada que tu no le permitas. Siempre habrá quien intente rebajar tu autoestima con un comentario salido de tono, o hiriente, una crítica llena de veneno, o simplemente no reconocer tus méritos y tus triunfos. Hay quien no te ataca directamente, sólo obvia tu felicidad o tu éxito, ignorándolo para que te sientas no valorado. Es la “comisión por omisión”. Pero tu decides si lo consigue o no.

 Creo que todos tendemos a dramatizar o a ver las cosas desde los extremos, y dependiendo del estado de ánimo o de la situación que estemos atravesando, cosas que en otra ocasión nos hubieran provocado risa o ni le hubiéramos dedicado ni diez minutos, pueden convertirse en grandes dramas y en decisiones drásticas.

 A ver no digo que no haya que poner límites, está claro que todos debemos tenerlos, es asignatura obligada, saber hasta dónde estás dispuesto a llegar y hasta dónde no, y según la persona el límite estará más arriba o más abajo. No tener límites no es sano. Es bueno parar a la gente o decirle NO en un momento determinado cuando intentan traspasarlo por mucho que les quieras, (a un hijo le quieres, pero no le dejas clavarte unas tijeras para ver cómo es la punta), y si no lo entienden y lo respetan pues mejor lejos de ti no?.

Me refiero a que muchas veces podemos sobre dimensionar las cosas, o incluso tener toda la razón del mundo en hacerlo, tener nuestra razón y la del mundo entero de nuestro lado, pero consideramos un “desdoro” pedir perdón o acercarnos a la otra persona, claro si tienes razón te sientas en el trono y es el otro el que se tiene que arrastrar cual gusano…..Y si lo haces tú? Qué pasaría? . Tener razón te vale la pena como para poder perder a esa persona?, de verdad que mantenerte en el trono justifica que le pierdas??. A veces es un precio demasiado alto, nos puede jugar malas pasadas. Creo que el orgullo sirve para levantarte cuando te has dado una bofetada tremenda o te la ha dado la vida, da igual, o cuando estás al límite en un deporte y crees que no vas a poder y sacas las fuerzas de donde no creías que había ya nada más, o para enfrentarte a algo en el trabajo que crees que te sobrepasa o que no sabes porque no lo has hecho nunca y te da miedo. Cuando el orgullo es una motivación, un empuje, una descarga de adrenalina que hace que des ese otro paso hacia delante aunque creas que no puedes, es algo maravilloso y altamente recomendable. El problema es cuando pone distancia con gente que merece la pena, con gente a la que quieres o con personas que simplemente se han equivocado porque equivocarse es humano …tu no lo haces nunca? Yo sí.

Mi madre me decía que por mucho que estuvieras enfadada nunca te acostaras así…que daba igual quien pidiera disculpas primero, el problema es solucionarlo cuanto antes, cuando la situación y la persona te importan, da igual a quien le corresponda dar el primer paso, porque en qué libro pone quién debe ir primero? Yo desde luego no lo tengo. He de reconocer que intento cumplirlo aunque no lo consigo siempre. Y tengo una cosa clara, hay tan pocas personas por el mundo que te llenan como pareja, amigo o familiar que perderlas por no dar un primer paso, distanciarte de ellas por tener razón…no merece la pena, es un precio que no quiero pagar. Mantener los límites sí….perder a alguien por orgullo …no. Otra cosa es que intentes acercarte y la otra persona te rechace ….ahí no puedes hacer nada, es decisión de ella, querer mantener el conflicto, ahí es su orgullo no el tuyo el que está en el trono.

 En cuanto a los prejuicios….todos tenemos la puñetera manía de prejuzgar a la gente. A veces simplemente nos hacemos eco de los chismes que nos llegan sobre ellos, la fama que les precede y que puede no ser cierta, y tendemos a calificarlos de ante mano por motivos que no son los nuestros…qué injusto verdad? pues lo hacemos. Y qué sabes tú si el que le está poniendo la fama es porque de pequeño ligaba más que él y se la tiene guardada?. A veces esos prejuicios también son un escudo perfecto para no tener que hacer un esfuerzo, o para mantenernos alejados de personas que nos pueden superar, o nos pueden tocar muy dentro, y eso nos aterroriza.

Tengo varias amigas que tiene pánico a enamorarse. Creen que cuando te enamoras sufres sí o sí, y que no merece la pena. Además traen al presente sus fantasmas del pasado, (experiencias con algún ex que las ha marcado),y eso justifica no involucrarse con nadie y salir corriendo con las “Nike” (“Adidas no me gusta”),de turno. Una de ellas ha desarrollado lo que yo llamo la “máquina de prejuicios”. Consiste en que cuando un hombre no le interesa no hay problema, le alaba y le ve los puntos fuertes, pero cuando el “pollo” en cuestión la pega un “meneaito” por dentro, tiene que salir corriendo, entra en pánico. Y cómo consigue echarlo de su vida o hacer que deje de interesarle? Empiezan los prejuicios…su forma de vestir, dónde vive, su trabajo, sus hobbies, la forma de sus pies, el traje de baño que usa…tooooooodo se convierte en un verdadero prejuicio. Además son cosas insalvables de verdad, en serio gravísimas y que determinan su capacidad para hacerte feliz ¡!! Como si realmente el color de una camisa fuera determinante para decidir sobre vuestra vida!!! Te vas de compras con él y punto, o le dices que se ponga esa camisa para sus noches de juerga con los amiguetes porque te gusta más otra que tiene. Si su profesión no te gusta….pues sinceramente a quien le tiene que apasionar es a el que es el que la tiene, y como no trabajas con él pues es absolutamente intrascendente si es en una oficina, en la mina o haciendo el descenso del Sella con una piragua, que yo sepa no determina cómo te va a tratar, ni cómo te va a hacer sentir, tu ocúpate de la tuya y déjale a el con la suya. Y si no te gustan sus pies pues en verano con las cholas miras para otro lado ¡!!. O decides veranear en la playa para siempre jamás, al fin y al cabo mete los pies en la arena y ni se le ven. O hablando en serio…decides mirarle a los ojos y verás como ni te acuerdas de nada mas….

 Al final tenemos que ser como Elizabeth Bennet y el Sr. Darcy…..que se dan cuenta de su estupidez y se meten el orgullo y el prejuicio en el bolsillo. En el libro hay cera para los dos, cada uno su dosis, …………………la verdad es que ………deberíamos aprender de los clásicos.

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